lunes, 29 de diciembre de 2014

Lo vale

Ni siquiera lo puedes ocultar.
—¿Qué cosa?, ¿a qué te refieres?
—¿Por qué te atrae?
—¿Qué?, ¿a qué te refieres? A mí n
—¡A mí!… no me engañas
—¿Se nota tanto?
—A leguas. ¿Por qué?
—Ay, no sé. Pero sí, así es. Me gusta mucho.
—Eso lo noté. Solo que no entiendo por qué. No es atractivo.
—Ni siquiera pudiera decirte que no lo es, pues apenas lo veo y, como es tan imponente para mí, me quedo perpleja.
—¿De verdad es imponente? ¿No estarás confundiendo eso con el hecho de que es, mejor dicho, un grosero?
—¡No!, eso es diferente. Sé que es grosero, pero no tosco, sino, de alguna manera, lo es en forma sutil e inteligente. Hasta pareciera que su intención fuera la de ser siempre cortés.
—¿Tú crees? Porque parece que no le importa ni tantito lo que digan de él.
—Y, sin embargo, sus modales nunca dejan de ser los correctos.
—¿No te hace pensar diferente el verlo siempre desaliñado?
—Lo es, y mucho, y, aun así, nunca huele mal, no es sucio.
—¿Y qué piensas acerca de su carácter? Siempre está malhumorado.
—¿Verdad que sí? A veces siento que llega a ser inaguantable. Cae mal. Pero cuando sonríe… lo vale. 
—De verdad te gusta.
—Y no tienes idea.
—No se lo debes decir.
—No lo haré.
—Si hubiera sido diferente.
—Si hubiera sido de otra manera, nunca lo habría conocido.
—Pero ahora lo conoces y no ocurrirá.
—Con que sonría, juro que lo vale.

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