Decidimos irnos, importándonos nada el frío que la lluvia y el viento de Pachuca nos ocasionaba. Mi camisa mojada, que era holgada, ondeaba frecuentemente golpeándome la espalda, haciendo que a cada rato me estremeciera a causa del frío.
Después de la despedida, tomé el transporte público, estaba tibio y me sentí a gusto. Es entretenido escribir sobre los cristales empañados, a través de cada trazo podía ver a la gente caminando sobre las aceras, temblando y protegiéndose del frío con sus propios brazos.
Al bajar, me dirigí hacia mi casa. Sobre las calles corrían pequeños arroyos... por suerte, los rayos iluminaban el paso —porque las lámparas apenas alumbraban todo, menos el suelo... yo no lo distinguía bien— y así no me mojé los pies; porque eso sí, adoro la lluvia, pero que no se meta con mis pies.
Qué bien! ya reviviste niño!!! :)creo que tu blog ya te extrañaba... :D ♥
ResponderEliminarCarliuxxx! :)