viernes, 30 de septiembre de 2011

Marco

—Anda, ya vete.
—Ya no quiero irme, me siento tan bien aquí.
—Todavía no perteneces a lo nuestro.
—¿Qué tengo que hacer?
—Vete ya…

—Embotellamientos aquí y allá…
—¿Qué hora es?
—Esto se debe a la tremenda granizada que apareció durante la madrugada.
—¿Y mi reloj?
—¡Hace un frío tremendo!
—Ah, ¡por fin! —Gritó mientras se caía de la cama—.  ¡Las seis treinta! ¡Llegaré tarde a la escuela!
—Por favor, amigos conductores, tengan muchísimo cuidado. Ahora escuchemos el nuevo sencillo de…

Así es como Marco empezaba su día, uno entre tantos otros, pero, aun así, uno diferente.

—¡Taxi! —Marco trataba de aguantar el frío de la mañana mientras esperaba—. A la universidad, por favor.
—¡Qué frío, ¿verdad, joven?!
Marco no contestó. Tenía la mente distraída, no sabía en qué, pero ya no se sentía él mismo. Estaba acostumbrado siempre a platicar con todos y acerca de cualquier tema, y, sin embargo, en esta ocasión no estaba dispuesto a responder  sobre cosas nimias ni obvias.
—Son treinta y cinco pesos.
—¿Eh? Sí, aquí tiene —Así, pues, se dirigió a su salón de clases sin, siquiera, mirar a sus amigos (algo que jamás en la vida haría).
—Muy buenos días, jóvenes —exclamó el profesor—. Qué bueno verlos en clase no importando el clima que hace.
Muchos rieron entre dientes.
—¡Marco!, andas muy distraído. Tú pasarás primero. Sí estudiaste tu tema, ¿verdad?
Marco nunca estudiaba lo que los profesores le pedían, pero él era autodidacta para muchísimas otras cosas de su interés. Daba la casualidad que, sin querer, el tema lo dominaba a la perfección. Él no suele ser muy elocuente, pero quizá por el hecho de que su mente estuviera "flotando", quizá por eso, tuvo una tremenda facultad para expresarse, ni siquiera lo notó, él ya quería irse, y apenas acababa de llegar.
—¡Excelente, Marco!, tu nota es un diez —le dijo mientras ya la estaba escribiendo en su lista—. ¿Alguien tiene alguna duda? —Se dirigió hacia al grupo.
Obviamente nadie la tendría, la explicación fue un deleite para todos, hasta para la típica niña que se dormía en clases.
Marco se dirigió hacia su asiento, de alguna manera se sentía perturbado, pero no sabía por qué. Noel, su compañero, era el siguiente en exponer. Marco siempre ha odiado escuchar a sus compañeros, sin embargo lo hacía, los escuchaba atentamente, pues son sus compañeros. Esta vez sería la excepción, no está dispuesto a perder su tiempo con una bola de ignorantes. Entonces, sacó discretamente su libro, y comenzó a leer, olvidando que había vida a su alrededor; bueno, la vida real está entre las hojas del libro que lee. «Aquí la gente es gente, y no máquinas de apariencias ni costumbres», pensaba mientras leía.
—Muy bien, chicos —dijo el profesor—, la sesión ha terminado. Los espero mañana con el ensayo que les encargué hace unos días.
La siguiente clase sería inglés, que por cierto es la favorita de Marco. A Marco le encanta aprender todo idioma posible. Pero en esta ocasión, él no quería estar tan rodeado de gente. Marco guardó su libro en la mochila y sacó un reproductor de música y sus audífonos. Se fue a su café preferido escuchando a Vicente Gayo. ¡Qué antojo de un moka!

—Hola —saludó una muchacha a Marco.
—Hola —contestó, sin prestarle mucha atención.
—¿Por qué no pruebas el té Chai?, está buenísimo en verdad —ahincó la muchacha esperando a que él la mirara.
—Demasiado tarde, pero gracias —dijo mientras escogía otra pista de audio.
—Hace mucho que no te veía —suspiró.
—¿Qué dices? —Dijo con extrañeza mientras se quitaba los audífonos—. ¡Brenda!, ¡Brenda! —Exclamaba mientras se ponía de pie y abría los brazos para recibirla con afecto—. Maravilloso. Qué bueno es verte.
—Hola, Marco —decía mientras recibía el abrazo—. Tanto tiempo.
Entre ellos había una extraña amistad. Ninguno de los dos sabía en dónde vivía el otro, pero, aun así, eran excelentes amigos. Lo único que sabían de sí eran sus números del celular, pero Marco siempre perdía cada móvil que tenía en manos; así que fue imposible comunicarse más, hasta ahora.
En este café se conocieron, aquí se besaron, se abrazaron, se dieron afecto, bromearon, lloraron y jugaron ajedrez.
Cuatro horas pasaron para que se pusieran al tanto de sus vidas y, sin quererlo, se enamoraran por el solo hecho de sentir que se necesitaban desde siempre. Brenda le dijo que quería viajar por todo el país, explorarlo e investigarlo hasta el fin sin tener un solo centavo. A Marco le pareció maravillosa la idea, Brenda con un gran placer lo invitó a que se uniera. Tan locos los dos que ese mismo día se fueron…

Vivieron felices por mucho tiempo. Hicieron el amor en lugares solitarios, en lugares públicos, en la playa y en la montaña; conocieron los lugares más hermosos del país; y conocieron a la gente más extremista de todas. Sus vidas fueron de lo mejor, y, quizá, murieron atropellados… No lo sé, yo me voy a dormir, pues es muy tarde.

viernes, 15 de abril de 2011

Café, cigarrillos, apuestas y lluvia...

Allí estábamos: tomando café, fumando cigarrillos y jugando Maratón. Apostamos que aquél quien perdiera el juego, le invitaría, la próxima vez, el café al ganador. Gané... pediré otro moka french vainilla. Así se nos pasó la tarde; entonces, comenzó a llover... fue más agradable el momento, pues los cigarrillos me ocasionaban un placer más sensual.

Decidimos irnos, importándonos nada el frío que la lluvia y el viento de Pachuca nos ocasionaba. Mi camisa mojada, que era holgada, ondeaba frecuentemente golpeándome la espalda, haciendo que a cada rato me estremeciera a causa del frío.

Después de la despedida, tomé el transporte público, estaba tibio y me sentí a gusto. Es entretenido escribir sobre los cristales empañados, a través de cada trazo podía ver a la gente caminando sobre las aceras, temblando y protegiéndose del frío con sus propios brazos.

Al bajar, me dirigí hacia mi casa. Sobre las calles corrían pequeños arroyos... por suerte, los rayos iluminaban el paso —porque las lámparas apenas alumbraban todo, menos el suelo... yo no lo distinguía bien— y así no me mojé los pies; porque eso sí, adoro la lluvia, pero que no se meta con mis pies.