martes, 5 de junio de 2018

Viajes y recuerdos

¿Está lloviendo en Veracruz? Le hago la pregunta porque por acá se han estado asomando las nubes desde hace algunos días. Ojalá que llueva: la siembra ya lo necesita. El tiempo ha estado muy raro porque, por ejemplo, en mayo hubo heladas, y se supone que no debería, sino que se siembra para aprovechar el calor. Al terminar abril llovió durante unos días: pensábamos que ya iban a empezar los tiempos de aguaceros, pero no fue así. Mira esa milpa: la parte amarilla son hojas quemadas por el hielo. Si llueve pronto y constantemente, esas plantas van a recuperarse; si no, puede que ya no se obtenga lo que se quería, incluso hasta se pierda. Cuando la siembra va bien, puede ganarse mucho, pero cuando no, las pérdidas económicas también son grandes. Recuerdo que en los ochenta yo sembraba cebada. Llegué a vivir en un pueblo que está detrás de ese cerro. Un señor me ofreció unas tierras, me daba las semillas para empezar y yo tenía que venderle toda la cosecha. Salía en caballo desde el pueblo hasta la estación del ferrocarril: eran 17 kilómetros. El caballo, a trote normal, se tardaba entre dos y tres horas en llegar. Yo abordaba el tren y me entrevistaba con el señor hasta llegar al Puerto. Ahí me daba dinero para los gastos del campo, pagarle a los trabajadores y lo que se fuera necesitando. Antes no había problema de que te asaltaran en el camino. Traíamos el arma, pero la escondíamos con el abrigo, y nadie se alarmaba. La gente lo veía muy normal porque la usábamos únicamente si había necesidad: nunca la hubo. No como en estos tiempos: en Libres unos señores asaltaron a unas personas, el pueblo los atrapó y se los entregó a la policía. Los policías los soltaron y, entonces, el pueblo se enfureció y hasta quemó la comandancia. Ya los que tienen poder no administran: buscan la manera de entrar al mando para, con sus compinches, formar equipos de robo y saqueos al país. Donde quiera está así. Si no nos organizamos, nadie nos va a cuidar. Los militares hace poco me registraron el arma, sin más, pero sé que ahora, si la policía te ve con un arma, te asigna cargos que nunca se cometieron, como robos y violencia, pero a sus protegidos delincuentes solo los detienen por un día o dos. Hasta se burlan. Antes no. El señor me daba el dinero, y yo llegaba intacto hasta el pueblo y podía repartirle el pago a todos los trabajadores. Trabajar en el campo es muy cansado, pero es lo más sano que se puede hacer: uno no se enferma y, a la vez, curte su cuerpo. Recuerdo que solía tener un físico muy trabajado. Ahora ya no trabajo porque todos mis hijos ya formaron sus vidas. En este momento voy a ver a una de mis hijas en esta ciudad a la que estamos llegando. Que tenga un buen camino.