viernes, 10 de enero de 2014

Estoy bien

—¿Con quién hablas mijo?
—Hablaba con mi tía, mami. Estaba ahí en el sofá mirando cómo jugaba. No me había dado cuenta, sólo hasta que se levantó, me sonrió y se fue hacia su habitación.
—¿En serio, chaparro? —Preguntó sorprendida—. ¿Eso hace cuánto ocurrió?
—En este momento, justo antes de que llegaras.
—¡Qué bueno!, no tardó.
—Señora, tiene llamada por teléfono.
—Gracias, yo atiendo. ¿Podrías avisarle a mi hermana que ya estoy aquí? —pidió mientras tomaba el teléfono—.
—Pero, señora, aún no ha llegado.
—¿Sí, diga? ¿Mi hermana? No puede ser… Pero… ¿Hace cinco minutos? No…

No se asemejaba a un simple tictac el segundero del reloj, en su lugar sonaba como un desgarrador ¡trac!, ¡trac!… Abrió los ojos. Tenían una apariencia vidriosa, quién sabe si de tanto llorar o de tanto dormir a medias. Se mantenía mirando al techo hasta que escuchó que el colchón hizo ese peculiar sonido que produce cuando alguien se mueve sobre este.
—Ya…
—¿Estás bien, chaparro? ¿Tienes sed?
—Ya —repitió, mientras cambiaba su postura de estar acostado a sentarse sobre la cama.
—¿Qué pasó?
—Ya no llores —dijo, al momento abrió los ojos, giró la vista hacia ella y la miró detenidamente. Ella no pudo articular palabra y se llenó de un extremo escalofrío—. Soy tu hermana. Estoy bien, ya no llores.
—¿Por… por qué? ¿Por qué te fuiste?
—¿Tú crees que quería irme? Nunca fue parte de mi plan irme. No lo fue; sin embargo, aquí estoy bien. Soy feliz. Ya no llores. Abrázame —exclamó cayendo dormido sobre la cama, tal y como si hubiera sufrido un desmayo—.
Ella sintió incluso más ganas de llorar, pero, al obedecer a su hermana, abrazó a su hijo y enseguida, olvidándose repentinamente de la tristeza, mas no del suceso, se sumergió en un profundo sueño.